domingo, 16 de junio de 2013

Muy buenas tardes ... a todos.

Antes de leer me parece importante escuchar esta canción. Ilustra muy bien lo escrito.


Como decía Antonio Vega en "Lucha de gigantes": "Me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz".  Y es que a lo que siempre mas miedo he tenido es a quedarme solo. Ni a la muerte, ni al dolor. La soledad es mucho mas angustiosa.

La muerte no deja de ser un tramite, una singularidad que marca el fin de nuestra vida y, posiblemente, de nuestra existencia. No hay que temerla. Es inevitable y yo considero que así tiene que ser. Nos enseña que nada es eterno y nos impulsa a aprovechar cada segundo de nuestra vida ya que es irrepetible. Vivir temiendo a algo que es inevitable es coartar tu libertad y tu felicidad ya que, eso es lo que hace el miedo: te angustia.

Al igual el dolor. También es inevitable, también es útil, es un mecanismo que tiene el cuerpo para decirnos que algo no va bien. Aprendemos de él e incluso disfrutamos, la linea entre dolor y placer es muy fina. Sin dolor no hay gloria. Nos ayuda a sentirnos realizados.

Pero la soledad es otra cosa. Para mi la soledad se convierte en un monstruo que te devora por dentro. Poco a poco te agría el carácter. Y es como una droga, te introduce en un circulo vicioso autodestructivo. No sabes como salir de ella. No estamos preparados para ella, ya que somos seres sociales, sin embargo cada día está mas presente en nuestras vidas. Cada día estamos mas solos, mas individualizados. Ya no existe esta interdepencia directa entre las personas.

La soledad, el sentirse solo, vacío, que nadie te entienda, que nadie comprenda el dolor, la apatía entre nosotros es el apocalipsis zombie que muchos temen. Es el virus que nos va a matar. En sus dos facetas: como individuos y como especie.

Es, sin duda, lo que mas temo. Lo que me da miedo de verdad. Ese vacío que se apodera de ti. Esa angustia, como dice la canción esa fragilidad.

domingo, 9 de junio de 2013

Sentimientos encontrados

Se me acaba el curso y llega el momento de volver a casa. Sinceramente llevo unos días haciendo repaso al año y no logro librarme de una melancolía total. Obviamente el clima cántabro (y el asturiano) no contribuyen a mejorar mi humor ya que parece que se ha saltado de la primavera al otoño. Y mi capricho musical de Silvio Rodríguez me saca la sonrisa triste. Sonríes por el placer de escuchar a un maestro, pero no consigues animarte.

Nunca he sabido como despedirme de la gente, cuando llega el momento de hacerlo. Prefiero la rapidez y llevar la procesión por dentro. Y es que incluso cuando era pequeño y me iba de mi pueblo una vez acabado el verano, me costaba reprimir las lagrimas. Tengo un par de despedidas que me queman por dentro y que nunca he querido hablar de ellas y creo que ha llegado el momento.

La primera fue después de tres semanas de voluntariado en Almería. Fui con una persona con la que estuve saliendo y siempre llevaré en el corazón por enseñarme un modo de ver la vida que no tenía y abrirme los ojos ante la belleza latinoaméricana. Una vuelta desde Andalucía en autobús (7 horas hasta Madrid y otras tantas de Madrid a Asturias) sabiendo que vuestro momento ya ha pasado. Sabiendo que aunque mereciese la pena intentar quemar el último cartucho, la cosa no daba mas de si. 14 horinas, ni mas ni menos. Duro, pero bonito. Creo que me hizo crecer mucho.

La segunda, curiosamente también volviendo de un voluntariado este verano pasado en Senegal. Me sale ahora la sonrisa, pero me resulto muy dura la despedida. Fumé en 2 días 4 cajetillas de tabaco de lo nervioso que me puse. Si ya odio las despedidas imaginaos 4 días casi de despedida constante. Muy emotivas todas ya que Senegal de por si me resultó muy emotiva. Te despides de la gente que te acogió en el pueblo. De las personas con las compartiste algo tan íntimo como la convivencia total durante 2 semanas. Y yo que soy de aislarme y asimilarlo por dentro me encuentro con fiesta. Me encuentro con regalos de niños. Demasiado para mi en serio. Me cuesta recordarlo.

Y ahora viene lo que me parece que va a ser otra despedida dura. Sinceramente me gustaría irme sin mas y después dejarles un mensaje agradeciendoles a todas y a cada una de las personas que me han acogido aquí. Pero me parece grosero y no digno del cariño que me han demostrado. No se que como hacer para despedirme sinceramente.

Pero la otra cara de la vida me espera en Asturias. Mis compañeros, mis amigos, mi familia. Mi hogar (es la primera vez que uso esta palabra creo). Eso representa todo lo que llevo echando de menos este año.

Pero en este tiempo de espera seguiré, al menos hoy, con Silvio Rodriguez y con la sonrisa triste. Disfrutando por fuera, pero con algo dentro que me quema.


domingo, 2 de junio de 2013

Soñad, soñad malditos.

En este tiempo de lo prefabricado, en este tiempo de la cultura de usar y tirar, en este tiempo de hedonismo sin límites reivindico los pequeños momentos personales. Reivindico la necesidad de pasar tiempo con nosotros mismos, ahora que a pesar de estar comunicables en todo lugar estamos mas solos que nunca. Plantearnos nuestra identidad, nuestras creencias y sueños.

Escoger un estímulo que te llegue al corazón, ya sea un cuadro, una película, una canción, un libro ... cualquier cosa. Sentarte en el suelo y olvidarte de las angustias para dedicarte 5 minutinos a ti, porque al final   somos lo más importante para nosotros. Sin estar en paz no podremos conseguir nuestras metas, nuestros sueños. Hacer retrospectiva y plantearte cuestiones trascendentales. Soñar, imaginar, fantasear con cosas que jamás vas a ver. Llorar con los momentos tristes y sonreír con los felices.

Tiempo para salir hay,para beber, para estudiar, para el gimnasio, para estar con las personas que queremos siempre hay. Pero tenemos que dedicarnos 5 minutos al disfrute de nuestra mente a relajarnos y volar.

Os pongo un enlace a una canción que me ayuda.